Ya llega el verano…ya llegan los incendios forestales…

El ingeniero forestal Mario Martínez Bueso reflexiona sobre estas agresiones al medioambiente tan habituales en verano en este artículo que su autor dedica a la dura y anónima labor del personal dedicado a la extinción de incendios

Y llegarán siempre puntuales a su cita cuando se produzcan esos calurosos días propios del mediterráneo. El fuego es un elemento más de la dinámica ecológica de nuestros montes, de hecho, muchas de nuestras especies, y menos mal que es así, están perfectamente adaptadas a este fenómeno, véase, como ejemplo, la capacidad ignifuga del corcho que cubre al alcornoque, la capacidad de regeneración mediante brotación de nuestros matorrales nobles o quercineas, e incluso especies que se ven favorecidos por esta perturbación, como el pino resinero, que abre sus piñas tras el paso de un incendio para dispersar sus piñones en un momento de baja competencia (piñas serotoninas) o la latencia térmica de semillas de algunos matorrales como la jara, que se encuentran presentes abundantemente en el banco de semillas de suelo y que germinan tras sufrir un exposición térmica potente. El fuego así supone una perturbación de nuestros montes que lleva su estado evolutivo a una etapa inferior, degradándolo, hecho que tras unos años, decenios o más, es superado. El problema es la corta periodicidad de esta perturbación por la acción antrópica que deja sin tiempo ni capacidad de recuperación a la naturaleza, empobreciendola, especialmente, su capital más sensible y de más difícil recuperación, el suelo, vía erosión, simplificándola y, en fin, degradándola. Todo ello, sin considerar, las pérdidas económicas, paisajísticas, etc.. que pudiera suponer.

Atendiendo a la estadística, decenio 2001-2011, de incendios forestales ofrecida por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, y estando el Medio Ambiente al final del título del ministerio, que no es casualidad, aunque este sería un tema para otro artículo, podemos observar para el área mediterránea (la mitad norte tiene otra idiosincrasia) que el 63,48% de los incendios son intencionados, el 21,22 % son negligencias y el 11,65 % por rayos, el resto, por causas variadas. Debemos entender que los incendios provocados por la mano del hombre suman el 84,70%, los intencionados obedecen, en su gran mayoría a la quema agrícola ilegal que se abandona o la quema ilegal para mejora de pastos ganaderos, incluida la apicultura, y en un porcentaje muy pequeño; venganzas por caza, propiedad, expropiaciones, etc., piromanía, intentos de modificación del mercado de la madera a escala local/comarcal, y un muy largo etcétera. En cuanto las negligencias, las causas más comunes son las relacionadas con actividades laborales dentro del monte (soldaduras en carreteras, maquinaria pesada operando en el monte, ahumadores de apicultores, etc..), después encontramos, en menor medida, puntas de cigarrillos, barbacoas y negligencias de todo tipo y condición, el humano puede llegar a ser harto estúpido, véase, y no es broma, como ejemplo, se han constatado incendios por ritos pseudoreligiosos y satanismo o como forma de piromanía, para contemplar, divertido, las labores de extinción. 

En definitiva, el fuego intencionado, que es el mayoritario, obedece a intereses que difícilmente pueden corregirse, pero necesariamente pasan, entre otras cuestiones, por la educación y por una fiscalía medioambiental que actúe con dureza. 

Hoy por hoy, en España, existe legislación suficiente, e incluso, ejemplarmente dura a nivel europeo, hasta 20 años de cárcel, pero la escasa sensibilidad de jueces y fiscales en relación al medio ambiente y la falta de medios para la investigación de incendios forestales crean un marco de impunidad notable. La otra fuente de incendios, la negligencia, pasa por la sensibilización, y de igual forma, por la educación. 

En cuanto a Extremadura, que recordemos cuenta con una superficie forestal notable, de 2.727.232 Ha (3er Inventario Forestal Nacional) y donde ardieron en el decenio referido 128.176 Ha, la responsabilidad, en cuanto a la prevención se refiere, queda en gran medida en manos privadas, ya que cerca del 93% (Plan Forestal de Extremadura) de la superficie forestal está en este régimen de propiedad. Las inversiones preventivas son caras y con escaso o ningún retorno, por lo que el particular, habitualmente, tiene escaso interés o capacidad para realizarlas, aún estando, en muchos casos, según zona y extensión del monte, obligados legislativamente por el Plan PREIFEX (Plan de Prevención de Incendios Forestales en Extremadura). En cuanto a los montes gestionados por la Administración Forestal se realizan periódicamente trabajos de prevención, nunca suficientes por los escasos recursos económicos existentes.

Queda en este sentido mucho por hacer, la Administración debería incentivar con mayor intensidad la cultura de la prevención, porque como siempre se dice, y es cierto, los incendios se apagan en invierno, mediante la puesta en marcha de toda una batería de acciones, que entre otras, serian, la formación y trasmisión de conocimientos en cuanto a nuevas fórmulas preventivas (pastoreo dirigido e intensivo para el mantenimiento de áreas cortafuegos, quemas prescritas, etc..), incentivos económicos, (fiscales, subvenciones, etc..), cumplimiento de la legislación existente (vigilancia del cumplimiento de los planes PREIFEX). Y en cuanto a la ciudadanía, ya sea propietaria de superficies forestales o no, cabe exigir un mayor interés, sensibilidad y responsabilidad sobre este grave problema medioambiental. 

Por último, y queriendo rendir un humilde homenaje a todo el personal dedicado a la muy dura tarea de la extinción de incendios forestales debemos recordar la pérdida de vidas humanas asociadas a los incendios forestales, 124 personas (MAGRAMA) dedicadas a la extinción perdieron la vida en el periodo 1991/2010. Sea también en su memoria.

Mario Martínez Bueso

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