La poesía es el espíritu que nutre toda la obra de Pablo del Barco
Pablo del Barco tiene el alma errática de una rara ave que un día, desde su tierra burgalesa, decidió venir al sur arraigando en Sevilla, fascinado en su luz, que le ofrece arroyos de poesía y pintura generosa.
Su profunda formación humanística le sirve para asimilar lenguajes, códigos y actitudes que brotan del mismo venero en un lenguaje universal que él tamiza y digiere a lo largo de una obra total que recoge en una realidad caleidoscópica poesía, prosa, pintura, edición y gestión cultural muy diversa.
Y como todo es uno y lo mismo procediendo de la misma esencia poética que nutre toda su labor, advertimos ya en su propio origen una voluntad periférica en el estilo que abraza la actividad entera de Pablo del Barco basada en dos tendencias claramente opuestas pero complementarias o correlativas: la poesía nuclear, donde la expresión se condensa y gravita en el espesor de la palabra frente a la poesía anecdótica, de carácter narrativo, distendida y en ocasiones hasta barroquizante.
Dos estilos complementarios para tratar una temática existencial con guiños irónicos en lo cotidiano en donde el amor y el desamor están siempre muy presentes, sin olvidar una profunda contestación sociopolítica. Unos temas que revisa constantemente en toda su poesía versal y visual, aparte de su veta narrativa en relatos de aire nihilista en muchas ocasiones.
Su pintura irradia ese halo poético que, decimos, nutre y retroalimenta su obra constantemente. Lienzos llenos de luz y de extrañas criaturas que habitan el espacio en una composición audazmente equilibrada en metáforas visuales, consigue trasladar la esperanza vital que su obra alienta.
Siempre de gesto bonachón y noble, Pablo del Barco ofrece su voz ayudando a otros autores desde su mítica galería sevillana Factoría del Barco, insuflando energía vital a su entorno más próximo en diversos festivales y eventos artísticos. Esa es la actitud que sigue igualmente en su labor de editor y traductor de poetas lejanos, y aun la de su impenitente coleccionismo, almacén de erudición.
Pablo del Barco explora la dimensión del hombre desde su propia dimensión, en su deambular por su barrio, en donde sus ojos se manchan de la luz abierta de la poesía que alimenta toda su vida, revelando los signos que alborozada brota en los ángulos de la realidad.
llegar al constructivismo icónico.
José Juan Martínez Bueso
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