Esta sección surge con el objetivo de rescatar la memoria de mujeres en la historia que han roto moldes, que han sobresalido en el mundo del arte, el pensamiento, la ciencia, el deporte o las humanidades en general
Comenzamos con la vida de tres mujeres –las hermanas Brontë– que, en pleno siglo XIX, inventaron, con el ánimo de huir de un ambiente sórdido, una serie de mundos fantásticos y de historias únicas. Una de las más conocidas es, sin duda, Cumbres Borrascosas de Emily Brontë, novela que ha sido llevada al cine en varias ocasiones.
Resulta bastante inédito en el mundo de las letras que, de la imaginación de tres mujeres que en el siglo XIX pasaron la mayor parte de sus vidas encerradas en un caserón gris entre estepas y vendavales, surjan obras excepcionales que se han convertido en clásicos de la literatura. Éste es el caso de las inglesas hermanas Brontë: Charlotte (1816-1855), Emily (1818-1848) y Anne (1820-1849).
Muchos teóricos de la literatura se preguntan de dónde proceden las historias que un novelista relata en sus obras: de sus sueños, de lo que teme, de lo que ha vivido... En el caso de las hermanas Brontë se puede llegar a afirmar que apenas de sus vivencias puesto que sus vidas estuvieron marcadas por una existencia difícil, con un padre realmente aterrador (un clérigo austero, autoritario y seco que sobrevivió a todos sus hijos), una estricta educación en rígidos internados y un encierro en una rectoría gris, rodeadas por el ululante viento del páramo. En verdad, las suyas fueron unas vidas nada novelables. Pero, quizá para escapar de esa sordidez, las tres hermanas crearon un mundo fantástico, extraordinario y escribieron colosales novelas llenas de amor, odio, pasión...
Su madre falleció muy joven, en 1821, tras haber dar a luz a seis hijos: cinco niñas y un varón; y fue enterrada en un cementerio, frente a la rectoría. Su padre fue Patrick Brontë, un pastor evangelista de Haworth (en Yorkshire, al norte de Inglaterra), quien se preocupó especialmente de la educación de su único hijo varón, Branwell, mientras que las niñas tuvieron que asistir a terribles internados de caridad y trabajaron desde muy jóvenes. Pese a ello, su padre les inculcó el amor hacia la lectura y la escritura.
Las niñas mayores pronto fueron enviadas a Cowan Bridge, un internado de beneficencia para hijas de clérigos, que debió ser un lugar infernal. Las dos hermanas mayores, Maria y Elisabeth, murieron de tuberculosis en el internado y las otras regresaron a la rectoría. Aquí, aparte de recibir clases de su padre, los niños Brontë idearon dos territorios fantásticos: Charlotte y Branwell crearon Angria, con el duque de Zamorna como personaje principal; Emily y Anne, Gondal, gobernado por la imponente reina Augusta Almeda. Durante muchos años escribieron libros diminutos en que relataban las crónicas apasionadas de esos reinos.
Con veinte años, Charlotte intentó que un conocido poeta, Southey, leyera sus poemas pero éste le contestó que aun siendo buenos “la literatura no puede ser el objetivo de la vida de una mujer, y no debe serlo”. El comentario hundió a Charlotte y el único llamado a poseer una brillante carrera artística, el hermano, que recibió una educación esmerada como pintor, pronto defraudó a la familia. No obstante, a él le debemos los retratos existentes de las hermanas Brontë.
Apenas sin dote y sin belleza, las hermanas tuvieron que trabajar como institutrices. Charlotte, que fue la más atrevida, conoció el mundo exterior y ello se reflejó en su obra. En un alarde de valentía las tres autopublicaron, en 1846, un libro de poemas del que sólo se vendieron dos ejemplares. Es entonces cuando deciden firmar con nombres masculinos (Currer, Ellis y Acton Bell) y salen a la luz tres novelas suyas durante 1847: Jane Eyre de Charlotte, que tuvo un gran éxito; Agnes Grey de Anne y Cumbres Borrascosas de Emily. Las dos últimas no tuvieron un gran recibimiento y la crítica fue feroz con Cumbres Borrascosas, cuyo libro les pareció “salvaje, brutal y odioso”. Hoy, Cumbres Borrascosas es considerada una de las obras maestras de la literatura gótica y, por su tono y su ambiente, se relaciona con las crónicas de Gondal.
La fatalidad de la familia Brontë prosiguió: el padre se quedó ciego, el hermano murió tísico y poco después le seguirían a la tumba Emily y Anne. Anne murió en la costa, en Scarborough, a donde Charlotte la había llevado enferma porque la moribunda deseaba ver el mar. Desesperada y sola, Charlotte asumió la autoría de Jane Eyre y continuó escribiendo. Publicó otras dos novelas, Shirley, y Villette, ambas de gran éxito. Tras varios pretendientes, Charlotte se casó en 1852 con un clérigo. Pero las desgracias regresaron y Charlotte falleció embarazada en 1855, al parecer también de tuberculosis.
Las hermanas Brontë, a pesar de haber llevado unas vidas llenas de dolor y sinsabores, fueron capaces de salir de un mundo oscuro a través de su gran imaginación y nos han legado un conjunto de obras literarias sumamente interesantes.
José Manuel Rodríguez Pizarro
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