Aunque no había sido fácil finalmente Pi consiguió ser aceptado como alumno del maestro Cheng.

Pi comenzó su entrenamiento aprendiendo los movimientos básicos mientras Cheng le corregía Permanece relajado pero despierto, utiliza todo tu cuerpo en los movimientos de manera suave y contundente, dejando que tu energía se libere y fluya libremente por tu cuerpo.

Con la práctica, Pi aprendió a hacer las técnicas con la fuerza de todo su cuerpo unificado permitiendo que su energía fluyera a donde el quería, poniendo todo su potencial en cada golpe, desvío o patada. Su cuerpo estaba lleno de vitalidad.

¿Qué has aprendido? le preguntó un día el maestro Cheng. Pi respondió “He aprendido a moverme con naturalidad, sin forzar los movimientos y sin dejar que decaiga mi energía. Me siento pleno y calmado a la vez. Me doy cuenta de la grandeza del ser humano.. – Excelente, sonrió Cheng.

El maestro Cheng le enseñó En la lucha permanece relajado para que nada pueda golpearte, donde vaya un golpe tú no estarás y aprovecharás la tensión de tu oponente para controlarlo a tu merced. Practicaban juntos. Pi intentaba golpear, aprisionar a Cheng pero este siempre se zafaba sin problema. Pi podía tocar el cuerpo de su maestro pero al intentar golpearlo o asirlo era como si él no estuviese allí, como intentar agarrar al agua que se escurre entre las manos, y al mismo tiempo se sorprendía siendo empujado o golpeado por su maestro.

¿Por qué? preguntó.- Porque tienes demasiado deseo por luchar y eso bloquea tu mente. No intentes ganar, deja que suceda. Silencia tu mente, abandona tus pensamientos y pretensiones. Céntrate en sentir lo que sucede, deja que tu cuerpo y tu energía te digan cuál es el movimiento adecuado. Si tienes demasiada ansia por ganar bloquearás tu energía, si tienes miedo a perder bloquearás tu energía, en ambos casos estarás perdido.

Pi practicó y practicó, sintió que sus movimientos eran torpes y que su maestro podía intuirlos con mucha antelación. Pasaron los años y siguió con la práctica, unas veces solo y otras con Cheng. Fue dándose cuenta de cómo cuando su mente se calmaba y se centraba en lo que hacía y sentía, sin intenciones, llegaban momentos en los que podía fluir en la lucha con su maestro, o con sus propios movimientos, y se producía una armonía muy especial. Entendió que sus miedos, inseguridades, decepciones, y muchas otras emociones, bloqueaban su mente y su energía impidiéndole llegar a algo que intuía maravilloso. Pero seguía siendo incapaz de golpear o coger a su maestro.

Al cabo de los años Cheng le preguntó ¿Qué has aprendido?. Pi contestó Me doy cuenta de que mis deseos y mis miedos me bloquean, y que cuando consigo dejarlos ir entiendo de una manera intuitiva lo que realmente está pasando en nuestra lucha, entonces puedo percibir mejor y reaccionar mejor a los movimientos. Hay armonía. Me doy cuenta de que las inseguridades y las dudas constriñen al ser humano. – Excelente, sonrió Cheng.

¿Es esta la meta de las artes marciales? preguntó Pi. No. Has entrenado tu cuerpo y tu mente. La energía fluye por tu cuerpo y estás consiguiendo que tus inseguridades se vayan y no te bloqueen. Pero aún piensas demasiado en ti mismo. Tu contacto con tu verdadero ser te hará darte cuenta de que todos los seres humanos merecen la paz y la armonía, y desearás que así sea. Entenderás que eso es más importante que tú mismo. Aunque puedas ganar cualquier batalla buscarás cómo evitarla para que haya una ganancia mayor. Desearás y trabajarás por la paz de todos los seres vivo

Raúl Martínez

Asociación Wu Wei Zafra

Fuente Foto portada: Havang

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