El uso del tatuaje ha roto tabúes y hoy trasciende su estética hasta convertirse en un lenguaje propio y una auténtica filosofía de vida con multitud de seguidores
Signo de identidad o rito de paso en el poblado, el tatuaje ha servido desde el inicio de los tiempos para vincular al individuo con un grupo social determinado. Un tipo de comunicación visual que acreditaba a los miembros de una comunidad frente a los extraños.
La sociedad industrial del siglo XXI ha desacralizado el uso de estos signos y, luego de una larga estigmatización social de sus practicantes (asociados a la vida marginal), hoy en día se ha popularizado tanto que nos podemos encontrar tatuajes en todas las capas sociales, extendiendo su uso a una práctica estética más, aunque muchas tribus urbanas siguen identificándose entre sus miembros a través de tatuajes que configuran en sí mismos un código de comunicación.
La propia superficie corporal como soporte artístico es ya una vía asentada que, como vemos, tiene ya una larga tradición y han aparecido artistas del tatuaje, que tras largos años han conseguido por fin mayor visibilidad y, entre el intrusismo laboral que aqueja al sector se pueden encontrar algunos artistas profesionales. Wilson Sarmiento es uno de ellos.
Proveniente de Colombia ha instalado en Zafra su taller, en donde realiza sus lienzos vivos (según su expresión), obras vivientes con las que puede relacionarse.
Sarmiento conserva el gesto de orgullo del artista que se sabe creador de obras únicas. Él no esboza sino que dibuja directamente sobre la piel como si dibujara sobre un lienzo blando y cálido. Nadie como sus colegas pueden decir de su obra: llévatela puesta. Cada tattoo es único e imperecedero. La estética del tattoo se basa (como observa este artista colombiano) en el dolor para sentir la pertenencia del objeto artístico, interiorizándolo así como experiencia de arte y vida, indisolublemente unidos.
Podemos encontrar prácticamente todas las corrientes plásticas de la historia aplicadas al tattoo. Actualmente nuestra cultura audiovisual ha estimulado la aparición de tendencias muy diversas, aunque el tatto no es el apunte o el souvenir marcado sobre la piel sino una filosofía de vida que en ocasiones trasciende a todo el cuerpo, como una segunda piel.
Wilson Sarmiento despliega una gran gama plástica de alternativas y no deja de estudiar, de diseñar, de intuir caminos para sus lienzos vivos de acuerdo a su filosofía que alimenta su arte, sintiéndose heredero de un saber vivo desde hace siglos.
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