La memoria filtra las imágenes engrandeciéndolas y, siempre indulgente (por cuanto también lo somos con nosotros mismos), nos proyecta el reflejo indirecto de nuestra propia vida, y de esta manera permanecen en nuestra mente, como reducto de la marejada que se resiste a sucumbir, un mosaico de imágenes que nuestras propias emociones han ayudado a ir moldeando, depurándolas, hasta lograr la figuración (ideal) que siempre nos acompaña en nuestra mente y que en ocasiones el artista desea compartir con su público, como acaba de hacer Javier Gerada con su Paisajes y verbenas una pequeña serie de nueve pinturas que se exponen en el Restaurante El Acebuche de Zafra durante este mes de enero. 

Iniciado a mediados de los años 90 con un tipo de expresionismo de violenta pulsión, en donde se advierte una voluntad transgresora técnica y temáticamente,  Gerada (formado en BB AA por la facultad de Cuenca, y esto es un signo) va avanzando hacia una composición más contenida basada en la fotocomposición y el dibujo, insistiendo en la exploración del lenguaje plástico, hasta plasmar sus inquietudes de su discurso en esta última exposición en Zafra, secuela de otra inmediatamente anterior (diciembre 2014) en Alcorcón, del mismo planteamiento en una técnica de figuración lírica de estilo naïve en donde evoca en diversos óleos  paisajes muy personales cuya referencia real queda muy tamizada por la visión del tiempo de la propia evocación.

Paisajes que sólo existen en la mente de su autor,pequeñas islas del recuerdo que nosotros, espectadores, identificamos en su cercanía (como experiencia colectiva) y que nuestra memoria (también nuestra nostalgia) nos ayudará a saborear en su imagen ideal.

       José Juan Martínez Bueso