La periodista María Zaballos analiza en su reportaje los nuevos centros okupados de autogestión asamblearia, el nuevo signo de una regeneración social y cultural extendida y arraigada por toda Europa que en nuestra península comienza a consolidarse como sistema alternativo.
Si algo positivo puede sacarse de la crisis económica y del fin del estado del bienestar, es la capacidad del ser humano para organizarse y poner en marcha proyectos de futuro mediante la unión y las acciones solidarias. Cuando el sistema y las administraciones públicas, no ofrecen ninguna alternativa para el desarrollo social, no queda otra que unir los esfuerzos ciudadanos y ponerse manos a la obra. Como el mítico lema punk Do it yourself. Y es ahí donde está la importancia de los CSOA, Centros Sociales Okupados Autogestionados, más conocidos como casas okupas. En su interior se fabrican los sueños y las ideas de todos aquellos que tengan algo interesante que aportar, ya sean colectivos sociales, asociaciones de vecinos, o cualquier persona de forma individual. O también alguien que no pueda permitirse una vivienda digna. Ya que, además de cumplir una función educativa, son también una alternativa de vida, en esta época en la que pagar el alquiler de una casi es considerado casi un privilegio.
Y estos centros, rebosan arte por todos sus rincones. Arte como subversión, como forma de expresión… Sus paredes y los muros están repletos de historia, de gritos mudos, de reivindicaciones políticas, de desafíos y lemas que llaman a la libertad, a la justicia. A la utopía. Ya lo decía Eduardo Galeano La utopía está en el horizonte (…) Para eso sirve, para caminar.
Aunque muchos así lo crean, la cultura de la okupación no es nueva. El movimiento tiene su origen en la década de los sesenta, primero en Inglaterra, y más adelante en otros países de Europa Occidental: Holanda, Francia, Alemania…
La situación legal que rige la ocupación de edificios deshabitados para convertirlos en centros sociales, varía de un país a otro. A veces nos encontramos con que los ocupantes tienen una mínima protección legal, como en el caso de Holanda. Los krakers holandeses se rigen por la ley del derecho de la casa o houseright, de 1971, el equivalente a la ley de allanamiento de morada. Así que sus habitantes no pueden ser desalojados de manera ilegal de las viviendas. Posteriormente, esta ley fue completada con alguna restricción. La casa o fábrica tenía que llevar más de un año vacía para poder ser habitada de nuevo.
Inglaterra también ha sufrido modificaciones, en este caso, mucho más fuertes debido al cada vez mayor inclinación a la derecha de su gobierno. A pesar de que los centros sociales británicos, conocidos como squats, habían disfrutado de ventajas legales basadas en el derecho a la vivienda, en el año 2012 fue promulgada una ley que penalizaba la ocupación. A partir de 1 de septiembre de ese año, la okupación es considerada delito criminal, y podrá ser castigada con multas de 5.000 libras, e incluso con penas de prisión de hasta seis meses.
El caso alemán es uno de los más curiosos. Aunque no existen leyes que protejan a los okupas, existen diferentes formas de negociación, sobre todo en ciertas zonas del país.
Si el edificio es de titularidad púbica, puede establecerse un acuerdo temporal que permita a los nuevos habitantes quedarse, siempre y cuando paguen una cantidad al mes, una especie de alquiler.
Aunque los orígenes de la ocupación son británicos, Alemania debido a su historia, se ha convertido en un referente para los CSOA de todo el mundo. Allí son una parte fundamental de la identidad cultural del país.
Y es que a finales de los 80, tras la caída del muro, un gran número de edificios de Alemania Oriental, sobre todo las enormes fábricas que habían quedado vacías, se caían a pedazos y nadie hacía nada por recuperarlos. Las autoridades pensaban demolerlos, y construir en su lugar urbanizaciones de viviendas en serie, típicas de los suburbios alemanes. Hasta que llegaron los okupas.
El fotógrafo alemán Lothar Schmid, retrata el espíritu de ese movimiento durante esa época. En su libro Luchando por un hogar en el Berlín de los 80 refleja cómo los grupos de jóvenes más alternativos de la ciudad, se las arreglaron para abrir estos edificios y para hacer de ellos su propio espacio de lucha y el lugar donde debatir sus reivindicaciones. Lothar Schmid vivió muy de cerca esta realidad, ya que él mismo perteneció, y sigue perteneciendo a estos grupos.
Actualmente, la región sigue manteniendo la misma esencia, y los centros okupados se han convertido en un lugar de visita obligada para los turistas que visiten Alemania. En Berlín, existen diferentes barrios, como Mitte, Prenzlauer Berg y Friedrichschain en cuyo interior se encuentran los locales de referencia de todo el país. La mítica Kunsthaus Tacheles, ocupada en los años noventa por un conjunto de artistas, fue uno de los puntos clave de la contracultura durante todos estos años. Hasta que por desgracia, en septiembre de 2012, se produjo el cierre, cierre que los colectivos habían intentado evitar por todos los medios hasta que no fue posible.
No solo Berlín conserva este aire underground. Muchas ciudades alemanas, más pequeñas, pero no menos importantes, mantienen viva la esencia del movimiento. Es el caso de la ciudad universitaria, Tübingen, situada al suroeste del país. A pesar de que en su casco antiguo el tiempo parece no haber pasado, y continúa manteniendo la estética de un antiguo cuento de hadas, la parte alternativa muestra todo lo contrario. Un ejemplo es el Centro Social Münzgasse 13. Sus paredes albergan una curiosa mezcla de lo tradicional y lo moderno, podemos ver desde cuadros del imponente Karl Marx, hasta murales de los iconos más populares de la música rock y punk, como Jimmy Hendrix y Sid Vicius. El bar es perfecto para degustar una cerveza alemana, y en numerosas ocasiones se celebran fiestas, conciertos, y hasta proyecciones de cine de autor. Una muestra más de que a pesar de las restricciones gubernamentales, la cultura, puede surgir en cualquier parte.
Y si hablamos de restricciones, España se lleva la palma. En nuestro país, los Centros Sociales no lo tienen nada fácil. El Artículo 245 del Código Penal castiga duramente todo lo que considere usurpación de la propiedad privada. Aunque esa propiedad no esté habitada desde hace años, o jamás lo haya estado. Aquí, la crisis financiera vino unida a la burbuja inmobiliaria, lo que supuso que muchas urbanizaciones no pudieran venderse después de ser construidas, quedando vacías y totalmente desaprovechadas.
La suerte de los CSOA dependerá, en muchas ocasiones, de la voluntad del propietario del inmueble, de si decide interponer o no, una denuncia. Estos casos pueden resolverse si ambas partes llegan a un acuerdo o negociación, y el dueño del edificio accede a permitir que este sea ocupado, a cambio de cierta remuneración o, raramente, de forma altruista.
María Zaballos
(Foto portada: María Zaballos, foto int: Traumrune)
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