El concepto de biomasa se está haciendo cada vez más habitual en Occidente como alternativa energética renovable y sostenible. Pero realmente ¿es una alternativa posible o un discurso más?
La biomasa es hoy una realidad, sin duda. Formará parte del modelo energético futuro, no como solución única, si no como otra solución renovable más a añadir a todas las otras fuentes de energía.
En cualquier caso, esta afirmación tan rotunda merece ser matizada, ya que de otra forma no se entendería que en la actualidad no fuese una fuente de energía más importante.
Así, y considerando el alto precio de petróleo, más aún cuando las reservas accesibles empiezan a escasear y los costes de explotación de las reservas por explotar (arenas bituminosas, plataformas en alta mar con altas profundidades, etc…) son muy elevados, la biomasa, ahora aparentemente poco competitiva, está destinado a serlo.
Por otra parte, y centrándonos en los beneficios que el uso de esta energía tendría para la sociedad, la biomasa mejoraría el balance económico del país (menor importación de energía), evitaría la alta dependencia energética, generaría empleo y riqueza, especialmente en zonas rurales con pocas proyecciones económicas.
Y, además, la gestión de residuos y biomasa forestal ayudaría, y ahorraría costes, en relación a incendios forestales, plagas y gestión de montes públicos y privados.
Nos ayudaría a cumplir las directivas europeas en materia de energía, que son, recordemos, de obligado cumplimiento, así como otros compromisos adquiridos, por ejemplo, el protocolo de Kyoto, ahora flagrantemente incumplido y que va a generar costes (compra de cuota de emisión de carbono alrededor de 7-9 €/Tm de carbono).
Por ultimo, y volviendo de alguna forma al inicio, la biomasa es claramente competitiva en el marco de la co-generación (electricidad-calor) y especialmente competitiva en la generación de calor. Tanto más cuanto mayor es la necesidad del consumidor (hospitales, calefacciones de edificios públicos, empresas, oficinas, etc..). Y los datos de mercado, sencillamente, avalan esta afirmación: Precio Pellet 5,00-5,50 cts. €/Kw; Astilla en bruto: 2,00-3,00 cts €/Kw. Precio Gasóleo C: 8,93 cts €/Kw. Electricidad: 5,90-6,50 cts €/kw.
Entonces, siendo así, ¿por qué -nos preguntaremos- la biomasa no deja de ser una energía residual?.
En principio, porque políticamente no parece interesar (intereses del clúster de empresas eléctricas muy potentes e influyentes). También es cierto que la instalación de calderas e infraestructuras tienen un cierto coste (aunque rápidamente se amortiza).
En este sentido, las administraciones públicas, primeros potenciales beneficiarios, no tienen capacidad, en la actualidad, de afrontar inversiones. Y quizás, también, debido a la falta de información que tiene el ciudadano respecto a esta forma de energía renovable.
En cualquier caso, y teniendo beneficios tan claros, la biomasa participará en un futuro como fuente de generación de energía y riqueza con toda seguridad. La pregunta es ... ¿cuándo?.
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