La razón lógica convive con la razón emocional en nuestra vida según el profesor de tai-chi Raúl Martínez
Una vez dos monjes taoístas paseaban junto al huerto cuando un caracol cruzaba el sendero por el que iban. Uno de ellos se dispuso a pisar al caracol pero, el otro, rápidamente le detuvo exclamando ¿Qué haces? , ¿vas a matar a un ser vivo?”. El primer monje contestó Si no lo mato se comerá los frutos del huerto y entonces ¿qué comeremos nosotros?. Ante esta situación y sin saber qué era lo correcto fueron a consultar a su maestro; un tercer monje que había presenciado el curioso dilema les siguió intrigado.
Al llegar junto al maestro, el primer monje le contó lo ocurrido, concluyendo Si no matase al caracol se comería nuestros frutos y entonces nosotros no tendríamos nada que comer. El maestro concluyó Eso es cierto, tienes razón. Entonces el segundo monje protestó Pero debemos respetar toda vida y no matar a ningún ser vivo. El maestro, tras escuchar esto contestó Eso es verdad, tienes razón. Al oír esto, el monje curioso exclamó Pero ¿cómo van a tener azón los dos?, están diciendo lo contrario uno de otro, Es cierto - dijo el maestro- tú también tienes razón.
El taoísmo se caracteriza por buscar un conocimiento que está más allá de la razón, que conecta directamente con algo misterioso que crea y nutre el mundo, a lo que ellos llaman Tao, y que está más allá de toda comprensión humana. Por esto son constantes las historias y aforismos taoístas que ridiculizan a la razón y a la lógica, considerándolas una especie de cárcel mental que nos impide llegar a lo más absoluto.
Si bien es cierto que la razón es importante y muy útil en nuestra vida, el taoísmo nos advierte del peligro de aferrarnos a ella como la única verdad.
En tai chi hablamos del corazón-mente, como la parte de la mente que se ocupa de lo sensitivo, de lo más intuitivo; en el otro lado estaría la razón. Los dos aspectos son importantes, aunque al practicar nos centramos más en el corazón-mente.
Por ejemplo, si planeamos un viaje y tenemos que calcular cuánto dinero llevar o si tendremos suficiente combustible hasta la siguiente parada, no podemos confiar en el corazón para saber esto, tendremos que calcularlo; pero lo que nos va a hacer disfrutar del paisaje, de los lugares, de la gente que encontremos, no es la razón.
El psicólogo Eugene Gendlin, uno de los más grandes de finales del siglo XX, se dio cuenta de que mucha gente que acude a terapia entiende perfectamente lo que le pasa, sabe muy bien por qué hace las cosas y los mecanismos que le llevan a ello, pero no mejora. Él se dio cuenta de que la gente que avanzaba en su consulta tenía acceso a cierto conocimiento de tipo corporal, ciertas sensaciones que desde el cuerpo les proporcionaban un tipo de conocimiento muy valioso. A este algo corporal lo llamó la sensación sentida. La mente racional debe ir siempre por detrás de la sensación sentida si no quiere perderse y divagar.
El cuento anterior me hace pensar en una de las paradojas de Zenón, en la cual nos explica que al lanzar una piedra para alcanzar un árbol, la piedra deberá recorrer (antes de llegar al árbol) la mitad del recorrido, pero para llegar a la mitad del recorrido debe antes recorrer la mitad de esa parte (la mitad de la mitad), y para llegar a ese punto debe recorrer antes la mitad de ese tramo … y así sucesivamente hasta el infinito, pues hay infinitos puntos entre la piedra y el árbol. Según este impecable razonamiento la piedra no se movería, al haber infinitas mitades que recorrer. Si no conocías esta paradoja probablemente estés pensando que esto es absurdo, pues cuando tú tiras una piedra, se mueve y llega a su destino.
Como diría el maestro del cuento Tú también tienes razón.
Raúl Martínez
Profesor de tai chi. Asociación Wu Wei
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