El asesor empresarial Alberto Arroyo destaca la necesidad de empoderar el rol de la mujer en la sociedad rural como verdadera agente de desarrollo económico, social y cultural
Extremadura es una comunidad eminentemente rural. A diferencia de otras comunidades, sólo un poco más de un cuarto de la población vive en municipios de más de 50.000 habitantes, y más del 55% en poblaciones de menos de 10.000 habitantes.
En este entorno rural, el rol de la mujer es crucial. La mujer tiene un papel vital en la sociedad, en la familia, y en las relaciones y mecanismos de cohesión en todos los ámbitos. En la familia, el papel de la mujer es indiscutible. En la sociedad, no podemos olvidar su participación en asociaciones culturales. Y en la economía, aunque sordo, las mujeres juegan un rol clave en elementos tan eminentemente rurales como las explotaciones agrarias. Por lo tanto, entendemos que es necesario, siempre ha sido necesario, dotar a las mujeres de herramientas que les permitan asumir el rol que les pertenece en la sociedad extremeña.
Pero, antes de avanzar en esto, identifiquemos un punto de partida. El año pasado, el libro “Mujer rural en Extremadura: Proceso de empoderamiento y aportaciones al capital social” recogía un estudio basado en un análisis de 37 municipios que analizaba y recogía el papel de la mujer en la sociedad rural extremeña. Sus resultados fueron varios, entre los que se puede resaltar que la contribución de la mujer es clave, específicamente en los elementos como el asociacionismo, participando activamente en la creación y dinamización de asociaciones culturales y recreativas.
Entendemos que este estudio es un elemento a tener en cuenta, aunque también queremos indicar su ámbito de actuación reducido, pues se centra en las zonas de Montánchez y Tamuja, y en la comarca de Tajo – Salor, todas en la provincia de Cáceres. Asumamos que las condiciones del estudio son, a pesar de todo, extrapolables. En nuestra opinión, el grado de desarrollo del papel de la mujer en el mundo rural es pobre. Es necesario realizar acciones específicas para mejorarlo y llevarlo al nivel óptimo.
FADEMUR Extremadura, la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales, apunta a unos elementos que tienen que ser potenciados, como son:
- Formación, para posibilitar el acceso de las mujeres al mercado de trabajo, o la posición competitiva de las mujeres.
- Información, para potenciar el empoderamiento femenino en el ámbito rural.
- Interlocución, con las administraciones para que la voz de las mujeres rurales llegue a los sitios donde se toman las decisiones.
Nuestra posición con la mujer en el ámbito rural es que deben proporcionarse todas las herramientas necesarias para que la mujer llegue al nivel que le corresponde dentro de la sociedad, y que pueda desplegar todo su potencial. Hablamos del papel de la mujer en el asociacionismo rural (ya comentado con anterioridad), pero también en otros ámbitos sociales, económicos y estructurales.
En la familia hay que proporcionar los mecanismos necesarios a las mujeres para que asuman un rol más efectivo, a través de herramientas como la inteligencia emocional, la gestión de conflictos, y la gestión de la incertidumbre. Y trabajar para hacerles ver su papel como pegamento de la misma, en sus diferentes estados en la vida: como madre, pero también como abuela. En su juventud, en su madurez e incluso en el tránsito a la jubilación, sea real o efectiva, tomando conciencia de cada etapa y explorando y tomando control de sus potencialidades.
En la economía hay que proporcionar formación para que la mujer adopte un papel diferente, más activo y visible, y que tome conciencia de su importancia (por ejemplo) en las explotaciones agrícolas y ganaderas. Es cierto que se han dado algunos pasos al respecto en las Administraciones (por ejemplo, la creación del Registro de Titularidad Compartida por la Junta de Extremadura), pero hay que ir un poco más allá. A través de la formación y de la información, pero a través del empoderamiento y de la asunción propia de sus capacidades y del despliegue de las mismas.
En la sociedad, hay que trabajar para proporcionarles más áreas de actuación, y no meramente en asociaciones culturales o recreativas. Deben asumir un rol superior, en el que no sean cola de león; más bien la cabeza del mismo. Deben estar en el frente, trabajando codo con codo con las administraciones en el desarrollo de acciones y programas. La Diputación de Badajoz ha puesto en marcha los Consejos de Mujeres, en algunas poblaciones como Fuenlabrada de los Montes. Es un buen comienzo.
Hay que dejar atrás los estereotipos y acciones interesantes, pero no determinantes, como los de incluir el enfoque de género en las políticas, y pasar a un plano de actuación real, en el que se trabajen aspectos no sólo de formación; también de empoderamiento y de acción. Y hay que establecer mecanismos para que esta acción se produzca, y que dé sus frutos. Se han dado algunos pasos, pero hay que pensar en ir más allá, en pasar al siguiente nivel.
A mediados de octubre, el presidente extremeño Guillermo Fernández Vara participó en el Día Internacional de las Mujeres Rurales, y animó a ser inconformista con la realidad en que vivimos, y a luchar por conseguir la utopía de la igualdad entre el hombre y la mujer. Dijo Carlo Dossi, escritor italiano, que la utopía de un siglo a menudo se convirtió en la idea vulgar del siglo siguiente. Este no es el siglo de la igualdad; debe ser el siglo de la realidad.
Ya no vale, desde mi punto de vista, pregonar, potenciar y promocionar políticas de igualdad. Hay que trabajar en el empoderamiento de la mujer. En permitir que esta sea quien quiera ser y no quien queramos que sea.
Alberto Arroyo es el gerente de ALAMCIA, empresa consultora.
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