El ingeniero forestal Mario Martínez Bueso nos explica la vida de las abejas y su repercusión decisiva y benefactora sobre la vida del hombre y la vida en nuestro planeta.
Las abejas, insecto himenóptero (con alas membranosas) que a todos nos resulta familiar y bien conocido es (creo), en realidad, un gran desconocido, con una biología muy compleja y llena de secretos que todavía hoy no nos han sido revelados. Intentaremos dar a conocer un poco mejor la vida de este humilde e importante insecto. Transitaremos así por la vida de una abeja, desde su concepción a su muerte.
Antes de entrar en la biología de las abejas conviene entender su forma de reproducción, desde un punto de vista genético (¡tranquilidad!, solo será un momento).
La determinación del sexo en las abejas es del tipo haplodipoidía, en que los machos son haploides1 (un solo juego de cromosomas), y las hembras diploides2 (item anterior). Este hecho produce que las hembras hijas de una misma madre (obreras) compartan una mayor proporción de genes y por tanto predispone a la sociabilidad entre ellas (eusocialidad3), clave en insectos sociales. Las obreras, como todos sabemos, no se reproducen pero cuando se ayudan mutuamente en la crianza de sus hermanas están beneficiándose y trasladando buena parte de su carga genética, que comparten, a la próxima generación, que es el leit-motiv de la vida. Este hecho tiene un carácter trascendental si queremos entender la sacrificada vida de una abeja.
Existen varios tipos de abejas (castas): la abeja reina, zánganos y las obreras, cada uno con un papel bien definido dentro de la colmena, donde el individuo no importa, sólo la colmena. Así, una vez nacida, la abeja reina saldrá de la colmena en vuelo nupcial copulando con varios zánganos (machos haploides), el esperma será guardado en unos receptáculos (espermotecas) y será la única vez que sea fecundada; de esta forma, todos los huevos que la reina genere serán fecundados con estos espermatozoides recogidos en este vuelo nupcial (debemos saber que una abeja reina produce del orden de un huevo cada 20 segundos, esto es, produce un orden de 1.500-2.000 huevos/día por una vida fértil de unos 3 año, así que la cantidad es considerable). El huevo es depositado en su celda, y alimentado durante 3 días con jalea real, para después ser alimentado durante otros tres días, con una mezcla de jalea real y miel, conocido como pan de abeja, de otra forma, si fuera alimentado solo con jalea real, produciría una abeja reina, tras ello se opercula (cierre de celda con una ligera capa de cera) y tras 21 días (para el caso de las obreras) - tiempo durante el que se producen distintas metamorfosis dentro de la celda - emerge una abeja.
Las obreras, hembras infértiles, pasan por distintas labores a lo largo de su vida, así, podemos observar claramente dos etapas, abejas de interior (los primeros 21 días), que son: limpiadoras, se encargan de mantener la colmena en perfecto estado de higiene, expulsando restos de abejas muertas, residuos varios y limpiando los panales de cera y las obreras nodrizas, que tienen la capacidad de producir jalea real en sus glándulas hipofaringineas para cebar las larvas. Las obreras cereras, que tienen glándulas ceréreas y construyen los panales. Obreras almacenadoras, que reciben el alimento de las abejas pecoreadoras y lo depositan convenientemente en las celdas. Y abejas guardianas, que se encuentran en la piquera (entrada de la colmena) velando porque no entre ninguna abeja ajena a la colmena u otro insecto, y por último, las obreras ventiladoras que generan corriente de aire con sus alas con el doble propósito de enfriar la colmena (en época de calor) o de deshidratar el néctar para convertirlo en miel.
La abeja externa (en su segunda fase de desarrollo) es la abeja pecoreadora, la encargada de recolectar el néctar y el polen, para trasladarlo a la colmena después. De esta forma, visitará aquellas flores que detecte son productivas, succionando el néctar y almacenándolo en un deposito llamado “buche melero” para una vez regresada a la colmena la recojan sus compañeras almacenadoras y tras deshidratar este néctar se almacena como miel.
Estas pecoreadoras comunican (a su entrada a la colmena), la distancia y orientación de la fuente de alimento mediante la llamada danza de la abeja (movimientos circulares orientados con el sol, o con la polarización de la luz y, según algunos autores, al eje magnético de la tierra, y vibración del abdomen). Tras ello, toman la miel estrictamente necesaria, conocida la distancia (que entienden es suficiente para volver a la fuente-objetivo) y salen en su busca. Resulta curioso que, si ocurre en este tránsito un nuevo condicionante atmosférico no considerado (tormenta repentina, golpe de viento, etc.) la abeja no llegará a la fuente objetivo y morirá, al no tener “energía” suficiente en este viaje.
El polen, por su parte, es almacenado en el tercer par de patas donde existe un receptáculo llamado corbícula donde la abeja lo va depositando mediante peines rascadores, que utiliza para limpiar su cuerpo piloso donde se adhieren estos granos. Este polen puede ser recolectado por el apicultor dejando una rejilla en la piquera del diámetro justo para la abeja, pero no suficiente para su carga, así la abeja en su intento de entrar en la colmena, fuerza la entrada, dejando caer su carga de polen en un deposito habilitado al efecto, pudiendo ser recogidos por el apicultor.
Este polen es uno de los productos que nos dan nuestras amigas, lleno de proteínas, encimas y de conocidos efectos beneficiosos como vigorizante y energizante, pero existen otros, por ejemplo la bien conocida miel, producto endulzante (prácticamente es fructosa y glucosa) con virtudes cicatrizantes, antibióticas, y para alivio del resfriado, que obtiene sus características organolépticas de la propia elaboración que realizan las abejas y de las flores de donde proviene el néctar. Así, tenemos mieles tóxicas, monoflorales (eucalipto, azahar, romero, etc..). Cabe mencionar, entre estas características, algunas mieles antibióticas de increíble potencia que se están estudiando actualmente para combatir las llamadas superbacterias (bacterias resistentes a los antibióticos conocidos) como la miel de manuka y la kanuka, producida en Nueva Zelanda y que produce peróxido de hidrogeno (agua oxigenada) en contacto con las bacterias, matándolas y limitando las defensas de éstas a los antibióticos tradicionales haciendo que estos sean efectivos.
Otro producto, quizás menos conocido, es el propoleo, mezcla de resinas obtenidas de las yemas de los árboles y cera que sirve para sellar y dar fuerza estructural a la colmena. Este producto (en forma de tintura alcohólica, habitualmente) se utiliza en la medicina tradicional y naturalista para infinidad de usos como afecciones respiratorias, herpes, garganta, alteraciones intestinales, sanguíneas y hepáticas y muchas otras. Pero, a día de hoy, siendo muy probable que sea útil medicinalmente en algunos casos, es necesario ampliar más los estudios sobre este producto que confirmen las bondades del mismo para terminar la cera, utilizada para velas, cosméticos, sellantes en agricultura, etc.
Para concluir este pequeño viaje a través de la vida y producciones de la abeja debemos mencionar su importancia extraordinaria. Sí, este pequeño insecto es importantísimo por un aspecto clave: es el principal polinizador de nuestros montes y cultivos, y si bien es cierto que existen otros semejantes (abejorros, avispas, hormigas, moscas, mariposas, escarabajos) no tienen ni lejanamente la importancia de las abejas. Esto es, depende de ella en gran medida la producción de la agricultura y la polinización y generación de semillas, fundamental aspecto ecológico en nuestros montes. En relación a ello, algunas fuentes (Greenpeace) calcula el valor económico en torno a los 265.000 millones de euros anuales en todo el mundo, 22.000 millones para Europa y más de 2.400 millones de euros para España, calculando una merma en la producción agrícola sin la presencia de abejas en torno a un 30 y el 40% en todo el mundo.
Otra fuente sólida, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que, de unas 100 especies de cultivo que proporcionan el 90 % del alimento en el mundo, 71 se polinizan gracias a las abejas. Sólo en Europa el 84% de 264 especies de cultivo depende de la polinización intermediada por animales, y 4.000 variedades vegetales existen gracias a la polinización llevada a cabo por las abejas.
Sin ser un experto en seguridad alimentaria y ecología podemos suponer lo que sucedería de desaparecer las abejas.
El caso es que éstas, igual que otros polinizadores, tienen serios y preocupantes problemas, con pérdidas poblacionales importantes y continuadas, especialmente desde la década de los noventa a la actualidad. Así, la pérdida de hábitats (pérdida de variedad alimentaria por homogeneidad), intensificación de la agricultura industrial, como los monocultivos (menor disponibilidad y diversidad de alimento para estos insectos), el uso de plaguicidas, fundamentalmente neonicotinoides; aumento de parásitos (varroa destructor y nosema ceranae), enfermedades (síndrome del abandono de la colmena); especies animales invasoras (avispón asiático); y los impactos del cambio climático (episodios climáticos extremos que aumentan la mortalidad) hacen que el futuro de estos insectos sea, cuanto menos, incierto.
En fin, otro caso más en que la economía y la idiotez suicida del hombre se unen de la mano…
Mario Martínez Bueso
Ingeniero Técnico Forestal
Imagen de portada: Waugsberg
Para saber más:
1. https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A9lula_haploide
2. https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A9lula_diploide
3. https://es.wikipedia.org/wiki/Eusocialidad
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