Aproximación a la obra de Guillem Viladot, uno de los pioneros de la poesía visual en España, de gran repercusión a lo largo del tiempo y cuya herencia recoge la Fundación Lo Pardal en Agramunt (Lleida)
Guillem Viladot es, concretamente, un poeta. Formado en los rudimentos artísticos de los clásicos (revela un sedimento de lecturas bien digeridas de los autores españoles áureos), avanza en su expresión hasta configurar el cariz experimental de su obra, rasgo esencial de su labor. Una labor de investigación o de inquietud lingüística vinculada a las orientaciones concretistas de los años 50 que Viladot conoce sobradamente, al menos en las vertientes españolas del vanguardismo como el postismo o, a través más directamente de su entorno eminentemente catalán, de grupos artísticos como Dau al Set, en cuyo seno Joan Brossa realizaba esa obra realista, apropiacionismo realista, preocupado en la representación o configuración del mundo a través de las palabras.
Identificamos en Guillem Viladot esta preferencia por el concepto, por la disyuntiva y la disemia en su obra experimental, más allá de su pretendida, intencionada visualidad; sin embargo, como decimos, el poeta boticario de Agramunt se incardina en lo conceptual, convergente en su depuración formal verbal y gráfica, insistiendo en su espíritu clásico de malabar sémico y sustancial, conceptista, si aludimos a su fuente clásica, aficionados a trampantojos y versátiles imágenes, arropada toda su obra en esa línea que en España tiene sus representantes experimentales (siguiendo con su tónica creativa) en figuras como Francisco Pino, Eduardo Cirlot, Miguel Labordeta, Felipe Boso y el citado Brossa (me vienen a vuelapluma) y, en el ámbito catalán de Viladot, sus ilustres predecesores anteriores en el tiempo, noucentistas como Junoy o Carles Sindreu, de estética conceptual: Viladot se alimenta y se retroalimenta de todos ellos en una muy meditada lectura, muy asentada, decimos, en el gesto somero del buen entendedor, más que en el desarrollo pictórico o caligramático de sus composiciones, esa poética ideogramática de lo nuclear que parece recoger J.M. Calleja en su obra llena de alegorías, juegos analógicos y criptografía.
Estas referencias son indudables pese a que el propio Viladot llegó a apostillar que en sus inicios poético-experimentales, entrados los 50, desconocía mucho de la tradición concreta nacional y europea, debido a su aislamiento, lo que nos induce a pensar a veces en su estilo como una generación lúcida y espontánea, coincidente o no en el tiempo con la obra de otros artistas nacionales e internacionales. Pese a ello, en su antología poética Poesía T-47, Manuel de Pedrolo, autor del prefacio crítico, ofrece una nómina significativa y confesa de autores a los que Viladot observó en su trabajo, la mayoría de ellos pioneros de la poesía experimental (como no puede ser menos en 1971, fecha de la publicación).
Discreto en sus apariciones, Guillem Viladot aparece antologado en algunas obras de los años 70 en España. Fernando Millán lo incorpora a su antología La escritura en libertad (1975). 1959 es el año de su primer libro con ramalazos de la corriente concretista, Metaplasm de estilo espacial (desestructuración versal). Con Nou plast poemes será el primer autor que edite el primer libro de poesía experimental en España, en 1965, desde su Agramunt natal, en Lleida, donde funda Lo Pardal en 1970, primera editora española privada de poesía de vanguardia y en 1971 realiza también el primero la citada antología personal de su poesía concreta, PoesíaT-47, con una obra a cuestas ya considerable (cuando prácticamente el único otro foco de vanguardia, el madrileño, apenas había arrancado sus publicaciones). Posteriormente a este año se unirán otros muchos libros como Cartrons concretes en 1968, Entre opus i opus (1972), su destacado Cantates, fugues i colls de la baralla en 1975, jalonada de sus otras producciones artísticas, como el collage, la pintura y la escultura, sin olvidar su destacada faceta de narrador y ensayista.
Encontramos a lo largo de la obra experimental de Guillem Viladot tres tendencias compositivas muy marcadas. La correspondiente al espacialismo citado, desestructuración versal guiada por las premisas del concretismo brasileño del Grupo Noigandres, en cuyo Plan Piloto para una poesía concreta, recordemos, se declaraba la integración del espacio tiempo a través de una sintaxis visual, simultaneando la percepción de la lectura y su verbalidad verbovocovisual cuya consecuencia se verá plasmada en Viladot en la poesía concreta propiamente dicha (en la que el poema es su propia estructura), mentalidad que propicia el manejo del ideograma y el cultivo del tipografismo, corriente letrista asumida en una plástico-visual (o poesía visual propiamente dicha) hasta llegar al constructivismo icónico.
José Juan Martínez Bueso
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